Está
todo listo para la segunda vuelta electoral, la primera de la historia
argentina. Las encuestadoras dicen que el balotaje está definido. Después de
tanto pifie en la primera vuelta, conviene dudar. Errar es humano…
Ya
vimos el debate: dos políticos de carrera tardía, sin escuela ni pasta, se
trenzaron en un diálogo de sordos donde uno no escuchaba al otro y el otro se
quejaba porque el primero no respondía a sus preguntas, aunque, a su turno, él
tampoco respondió.
Primero
sentí desazón. Imaginé el país en manos de gente poco preparada y el sueño de
un modelo superador que resuelva las falencias del presente se esfumó, porque ni
a lo largo de la campaña ni en 85 minutos de aire fueron capaces de esbozar un
plan económicamente sustentable que prometa crecimiento y desarrollo social.
Más
tarde, la desazón dio paso al enojo. Las repercusiones del debate me llevaron a
pensar que muchos argentinos ven a las elecciones como una oportunidad para
afianzar sus posturas y prejuicios antes que para progresar como nación.
Tanto
entre quienes se sienten ganadores con una eventual victoria de Mauricio Macri
como entre quienes hablan de una derrota para el país y encienden alarmas por
doquier, abunda el “yo te dije”.
A los
orgullosos del “yo te dije que era posible un cambio” es válido preguntarles qué
cambio consideran que propone Macri.
Por
lo que soy capaz de interpretar del candidato de Cambiemos y sus asesores
económicos, su gobierno no apuntará a corregir los déficits del actual modelo
sino a transformarlo desde la raíz.
Se
pretende eliminar impuestos a diestra y siniestra en lugar de modificar el
sistema tributario para hacerlo realmente progresivo.
En
lugar de reducir la carga del IVA y fijar un impuesto a la renta financiera,
por ejemplo, se habla de eliminar aportes patronales para fomentar el primer
empleo de los jóvenes o de abandonar el sistema de retenciones a las
exportaciones agropecuarias.
Los
recursos perdidos por los impuestos eliminados surgirían del financiamiento
externo, que, por supuesto, no será gratuito.
Macri
habló de confianza. Dijo que las inversiones llegarán siempre “que se le diga
la verdad a la gente”, en clara alusión a los dibujos del INDEC. Demasiado
pobre el argumento para aceptarlo sin más…
Hubiera
preferido, dentro del léxico liberal, que citara la palabra certidumbre a la
hora de cuestionar la política económica actual.
La
falta de transparencia y de medidas duraderas en el mercado de divisas y el
cambio de reglas constante que viene imponiendo la AFIP en materia impositiva
atentan contra los planes de inversión privada de largo plazo.
Los
economistas de Cambiemos lo saben, aunque me temo que los desórdenes actuales
les servirán de excusa para tomar medidas a las que calificarán de “inevitables”,
como generar un shock devaluatorio que lleve el dólar hasta ese “precio único” que
mencionó Macri.
Antes,
es de esperar les permitan a las aseguradoras redolarizar sus carteras mediante
la compra de bonos que hoy están obligadas a vender por orden del Banco Central.
También los bancos se sumarán a la movida. No sea cosa que pierdan dinero con
la devaluación…
Nadie
dice que sea fácil revertir el creciente desequilibrio fiscal, incrementar las
alicaídas reservas, reducir las elevadas tasas que se pagan actualmente por la
deuda y moderar la emisión de pesos, pero está claro que el camino más corto no
será el mejor para la mayoría.
La marcada
devaluación del peso y la exención de impuestos para las empresas atraerían –de
acuerdo con la teoría- inversiones financieras y productivas en dólares
-alimentando así las reservas-, aunque a costa de un recorte de los salarios medidos
en moneda extranjera y de un mayor endeudamiento, lo que se traduciría en un
creciente poder de acreedores como el FMI y el Banco Mundial.
Para
muchos analistas, la comparación con los ’90 es inmediata, aunque hay por lo
menos cuatro diferencias que no podemos ignorar:
- Macri está identificado desde el vamos con el liberalismo conservador y no con el peronismo como lo estaba Menem. Esto lo tiene en claro el capital financiero más concentrado, que seguramente lo auxiliará.
- No carga sobre sus espaldas con el fantasma de una hiperinflación, por lo que el desequilibrio monetario luce gobernable.
- No se espera que, una vez concretada la devaluación, establezca una paridad peso dólar fija como la que regía durante la Convertibilidad. Por lo tanto, una vez clarificado el panorama, contará con las herramientas habituales para administrar el tipo de cambio y evitar un rojo creciente en la balanza comercial.
- Más allá de las últimas colocaciones de bonos a tasas elevadas, el nivel de deuda en dólares es bajo en relación con el PBI, sobre todo si se compara con el resto del mundo. Hoy el volumen de la deuda no es un problema si se engrosan rápidamente las reservas.
En
consecuencia, si bien resulta tentadora la comparación, difícilmente sea acertada.
Quizá debamos imaginar un modelo neoliberal aggiornado con objetivos menos
ambiciosos que los perseguidos durante la década dorada del Consenso de
Washington.
En la
otra vereda, nos encontramos con el “yo te dije que te equivocabas”. Son muchos
electores contrarios a las ideas de Macri, quienes, ante un eventual triunfo de
Cambiemos, esperan que se vayan cumpliendo sus pronósticos agoreros.
En el
fondo, no les termina de agradar Daniel Scioli y especulan con un gobierno de
derecha que asuma el poder y luego fracase. De esta forma, conservarían el
orgullo de quienes se creen dueños de la verdad. Un sciolista me dijo: “Son
necios que no saben lo que dicen”.
Ahora,
una hipótesis no necesariamente original pero sí jugada: El mensaje anti Scioli
viene de arriba. Es una postura compartida por sectores del gobierno nacional
que se ven más cómodos en la vereda opositora a partir del 10 de diciembre que
debiendo acompañar críticamente a un presidente peronista.
Obviemos
las críticas internas que debió soportar el gobernador bonaerense durante la
campaña. También, las medidas antipopulares decretadas recientemente, como las
trabas a la compra de divisas para turismo.
Nos basta con repasar la política
económica de los últimos meses, que incluyó un aumento de las emisiones de
bonos, una gigantesca impresión de billetes y una caída de las reservas,
utilizadas para frenar al dólar y para saldar deudas.
Son
prácticas que, en conjunto, reducen el margen de maniobra a futuro y crean un terreno
fértil para que el próximo gobierno siembre las semillas neoliberales del endeudamiento
en dólares, el ajuste del gasto público y las privatizaciones de empresas
públicas; esas mismas semillas que el kirchnerismo sabrá criticar.
Dario, coincido casi en 100%. Solo te agregaría que el cambio que se voto es el del autoritarismo por el dialogo. A al menos es lo que vendió y muchos compramos. El tiempo dirá.
ResponderEliminarCoincido. La de cambio no era necesariamente una idea vacía. Como decís, el tiempo dirá. Agrego: el tiempo dirá en qué consistía. Gracias.
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