viernes, 3 de julio de 2015

INVERSIÓN FINANCIERA: ALTERNATIVAS AL DÓLAR

El último artículo debía una segunda parte. Así me lo hicieron saber cientos de lectores que aplauden a rabiar cada actualización del blog.

Me plantearon un desafío: recomendar alternativas al dólar, algo que puede resultar poco conveniente tanto para mí como para ustedes. Además, soy consciente del público heterogéneo que bucea libredepauta.

Sin embargo, asumiré el riesgo con una serie de tips y un gráfico imperdible que pueden generar buenas ideas en materia de inversión. Antes, quiero recordar que el fin de esta columna es contribuir a que los ahorros se orienten hacia activos más o menos saludables para la economía.

  • El primer paso: en nuestro país, cualquier cliente de un banco puede acercarse a una sucursal y abrir una cuenta comitente asociada a su caja de ahorro para comprar y vender bonos y acciones. Esa cuenta comitente toma automáticamente dinero de la caja de ahorro para las operaciones que el inversor ordena vía homebanking o por teléfono.


  • Acciones: al comprar acciones de una empresa, el ahorrista se convierte en dueño de una parte pequeña de la compañía.  Por eso es importante elegir una firma que se preocupe por sus accionistas minoritarios y respete sus derechos. Conviene elegir empresas que promuevan la expansión de sus negocios y se fijen como meta presentar buenos balances para pagar dividendos razonables y reinvertir las ganancias, lo que redundará, además, en un crecimiento de la economía. Por otra parte, al volcar dinero al mercado de capitales, los ahorristas promueven el financiamiento de las empresas y una mayor transparencia de sus negocios a través de la publicación de los estados contables en la Bolsa, siempre que se los controle correctamente.


  • Bonos: al comprar títulos emitidos por empresas, la Nación o las provincias, uno se convierte en acreedor de esa deuda. Por lo tanto, a la hora de elegir bonos es importante confiar en que el deudor va a saldar sus compromisos en tiempo y forma. Actualmente, el Estado Nacional ofrece títulos de distinta naturaleza que cotizan en la Bolsa. Los hay en pesos indexados por CER, por la tasa de los plazos fijos, por los intereses que paga el Banco Central o por la cotización oficial del dólar. También los hay en dólares. La elección depende del interés del ahorrista, su comodidad y los pronósticos que maneja. En todos los casos, con la compra de bonos se ayuda al deudor a cubrir sus gastos corrientes o destinar más dinero a inversiones (como en el caso de YPF y sus obligaciones negociables que mencionábamos en la última entrada).


  • Lobos: en los mercados operan miles o millones de actores. Están los más preparados y los menos. Los mejor informados y los que con suerte leen el diario de ayer antes de comprar o vender. En ambos casos, conviene ser de los primeros: investigar para formarse, leer noticias y columnas de opinión y tener siempre presentes las experiencias de inversión propias y ajenas. De esa forma, se podrán comprender los movimientos especulativos del mercado y evitar que las subas y bajas o los titulares interesados deriven en decisiones apresuradas.


  • Ejercicio: no conozco a nadie que, habiéndose esforzado el primer día de rutina en un gimnasio, no haya terminado muy dolorido o incluso lesionado. Con el dinero sucede lo mismo. La volatilidad de precios es una característica intrínseca de los mercados financieros a la que el ahorrista debe ir acostumbrándose para minimizar su impacto emocional. El problema radica en la obsesión por el movimiento diario de las cotizaciones. ¿Acaso quien compró dólares en el mercado paralelo se altera por la baja de los últimos meses? Si no lo hace es porque confía en que tarde o temprano la divisa subirá. Quien compra acciones de una empresa prolija y en expansión debería actuar de la misma manera. ¿Qué sentido tiene preocuparse por las variaciones de cada día si se piensa como una inversión a largo plazo?


El siguiente gráfico de mi amigo Leandro F ilustra las ganancias en pesos, medidas en porcentaje, que brindaron acciones argentinas de distintos rubros de la economía y el dólar en sus versiones oficial y blue entre enero de 2003 y junio de 2015. Sorprende, a simple vista, la diferencia entre el rendimiento de los papeles de Telecom, el Grupo Financiero Galicia y la limonera San Miguel con el billete verde (presionar sobre el gráfico para verlo más claro):




La medición comienza en 2003 por dos motivos: los datos previos no eran fiables para confeccionar el gráfico y, además, ese fue el año en que el nuevo modelo productivo se asentó a partir de la recuperación de economía y el triunfo del kirchnerismo en las urnas.

En enero de aquel año, el dólar se negociaba en torno de los 3,20 pesos y acumulaba una suba del 220% desde el fin de la Convertibilidad, mientras que las acciones comenzaban a salir del pozo en que habían caído tras aquella salida abrupta del 1 a 1 y la declaración del default. En perspectiva histórica, se puede decir que uno estaba caro y las otras, baratas. No obstante, eso no les impedía a muchos economistas pronosticar una suba meteórica del billete estadounidense hasta los 10 pesos, barrera que recién superó el blue una década después, en mayo de 2013.

Finalmente, cabe aclarar que en el gráfico se contemplan las distribuciones de dividendos y los splits para medir con mayor precisión el rendimiento de las acciones en pesos.

Como se verá, mientras que el dólar oficial subió poco más del 150% frente al peso y el paralelo rondó el 300%, a excepción de la productora de aluminio Aluar, las acciones elegidas rindieron más del 1.000%. En el medio, registraron fuertes subas pero también caídas importantes que asustaron a muchos. El balance, sin embargo, resultó más que positivo.

Las acciones fueron seleccionadas por ser representativas de distintos sectores de la economía. Muchas otras, pertenecientes a los mismos sectores y a otros, ofrecieron rendimientos similares o incluso mayores.  Por el contrario, unas pocas, como la papelera Massuh, quebraron y los accionistas perdieron su inversión, ya sea porque no quisieron vender los papeles cuando el rendimiento era negativo o porque no se les brindó acceso a lo que realmente sucedía con los números de la empresa. Es el día de hoy que mi esposa me lo recuerda…

OTROS TIPS PARA INVERSORES

  • Lógica de mercado: en el mundo financiero reina la especulación sobre lo que ocurrirá con los precios de los distintos activos. Las cotizaciones se rigen no tanto por el presente de la economía y las empresas sino más bien por lo que los grandes jugadores del mercado imaginan que sucederá en el futuro. Comprender esto servirá para evitar preguntas del tipo: “¿Por qué sube la Bolsa si la economía está en recesión?”

  • Lógica II: hay quienes sostienen que el capital no tiene ideología. Los mercados financieros sí la tienen y suelen abrazar las medidas económicas liberales de corte conservador pese a que en general aseguran ganancias corporativas (empresariales) en el corto o mediano plazo pero generan graves desequilibrios en el largo. (Yo también tengo ideología.)

  • Lógica III: en las Bolsas la regla suele ser inversa a la de las vidrieras (salvo las exclusivas). Cuando los precios suben, las acciones se tornan más atractivas. Cuando bajan, nadie las quiere. Detrás está la idea de que lo que aumenta siempre tiene razones para hacerlo y lo que baja no tiene motivos para detener la caída. Esta regla suele generar burbujas de precios cuando la tendencia es muy alcista y el optimismo no da lugar a miradas críticas. Esas burbujas terminan, por lo general, en derrumbes de las cotizaciones que afectan a muchos desprevenidos. En la otra margen, cuando se producen bajas que no parecen tener fin y el pesimismo domina la escena, aparecen los riesgos de quiebras pero también las grandes oportunidades de inversión. Primera anécdota: con relación al sesgo alcista, cómo olvidar aquel diálogo entre Magdalena Ruiz Guiñazú, Edgardo Alfano y Arturo Piano, donde el director ejecutivo del Banco Piano aseguraba que el oro, en ese momento (agosto de 2011) a 1.900 dólares la onza, seguiría subiendo en los años venideros. Nada de eso ocurrió. Quien le creyó, perdió y por afano. 

  • Lógica IV: El ejemplo de Piano nos sirve para comprender que muchos de los conocedores del mercado que hablan en los medios o difunden sus informes a los clientes de bancos y sociedades de Bolsa esconden intereses muchas veces opuestos a los del público inversor. Pueden recomendar un activo simplemente porque quieren venderlo a buen precio, cobrar comisiones por cada operación o alentar su venta para comprarlo a valores de remate. Segunda anécdota: corrían los primeros meses de 2008 y este bloguero cursaba el programa de Experto en el Instituto Argentino de Mercado de Capitales. Consultada por un compañero de fila, la profesora -con un cargo importante en la Bolsa de Buenos Aires-  admitió que las acciones de Clarín salieron a cotizar y se vendieron en masa a las AFJP a un precio muy superior al que ella hubiera aceptado de buena fe. La profesora explicó que la agencia calificadora de turno, contratada por el propio grupo mediático, avaló sin chistar la emisión. El caso cobraría difusión más adelante en otros medios a partir de la pelea entre el Gobierno y Clarín, pero en aquella oportunidad, pude escucharlo de primera mano. “Con algunos, no se puede hacer nada”, reconoció. Este tipo de operaciones se repite sin solución de continuidad en los mercados. Los intereses de muchos especialistas son diametralmente opuestos a los de su auditorio. ¿Qué sentido tiene, entonces, escuchar los consejos de calificadoras de riesgo como Moody’s, Standard & Poor’s y otras más interesadas en satisfacer a sus clientes (empresas emisoras, grandes inversores, gobiernos y medios de comunicación) que en actuar de buena fe ante los ahorristas? Para saber quién es quién, es necesario ir conociendo el paño…

Para concluir: uno puede comprar acciones y venderlas en el corto plazo o mantenerlas durante meses o años. Para reducir los riesgos, conviene buscar papeles de empresas que estén bien dirigidas y tengan fundamentos para aumentar su valor en el tiempo. Cuesta. No es fácil, pero tampoco imposible.

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