George Soros y Paul Singer constituyen dos
caras de la misma moneda. Ambos representan a los sectores más concentrados del
capital financiero que penetra en las economías en búsqueda
de superganancias.
Singer suele atacar a las naciones en
desgracia. Compra parte de sus deudas a precios de remate y luego reclama el
100% de sus acreencias bajo la amenaza de frenar las
reestructuraciones financieras.
Soros ingresa más tarde en el negocio. Compra los
activos del país agraviado cuando están por el piso y luego
alienta su recuperación a la espera de obtener grandes beneficios.
En el caso argentino, el contraste
entre ambos estrategas es notorio: mientras el multimillonario
dueño del fondo NML intenta cobrar en Nueva York los bonos que compró en
default al valor original y lanza duras críticas hacia
el país, el financista húngaro estadounidense sumó acciones en YPF, recomendó
comprar títulos nacionales y le reclamó a la Justicia de Londres que
rechace los bloqueos impuestos por el juez Thomas Griesa contra el
Estado.
Tan marcadas son las diferencias y
tan frontal es el ataque de Singer contra la
Argentina que al “buitre malo” no le quedó
otra alternativa que pensar en un giro, por ahora leve, en
su estrategia para intentar avanzar en las negociaciones
con un gobierno que se resiste a pagarle lo que reclama.
Esa es la especulación que surgió luego de que le
enviara desde las Islas Caimán el telegrama de despido a Madeleine Albright, la
ex secretaria de Estado norteamericana que oficiaba de asesora de imagen
del NML.
Albright había fallado en sus movimientos: en lugar de
llamar a la puerta de la Casa Rosada, se limitó a elaborar un plan
desestabilizador con campañas en medios opositores que fue denunciado por la presidenta
Cristina Fernández de Kirchner con detalles que quizá diferían del original,
pero que guardaban semejanzas con la realidad.
Si la hipótesis no falla, la decisión de Singer habla
de un intento por acelerar el diálogo de cara a enero, cuando
venza la cláusula RUFO y el Ministerio de Economía pueda acercar una mejor
propuesta a los acreedores que rechazaron los canjes de la
deuda.
Al menos por un momento, Singer quiere poner un pie
en la otra vereda mediática: esa que ocupa a sus
anchas Soros, el “buitre bueno” de esta historia, a quien la
prensa acostumbra citar bajo el título de “inversor
multimillonario”.
Se olvida que supo especular con posibles quiebras
soberanas, aunque en la memoria colectiva sus principales operaciones
generen cierta simpatía, como cuando en 1992 provocó una corrida
cambiaria contra la libra esterlina que le permitió ganar 10.000
millones de dólares. Según confió Soros tiempo después, la maniobra tenía
un doble propósito político: asestar un golpe al gobierno conservador de
Gran Bretaña e impedir la reelección de George Bush padre en Estados
Unidos.
Una operación más cercana en el tiempo y el
espacio, que derivó en una causa judicial iniciada por el
Estado argentino, tuvo lugar en Corrientes, donde en
2010 intentó construir la represa Ayuí Grande en sociedad con el
vicepresidente del Grupo Clarín, José Aranda. Según los funcionarios
nacionales, la obra afectaría gravemente al medio ambiente. No obstante, la
acusación no prosperó, aunque tampoco la alianza comercial con
Aranda.
Pasó el tiempo y hoy Soros ocupa otro rol en nuestro
país. Su fondo de inversión compró el 6,89% del paquete accionario de YPF
y de inmediato comunicó la decisión a la manera de los grandes jugadores del
mundo financiero: declaró en Bloomberg y otras agencias que
los activos argentinos se encontraban a muy buen precio.
Por acción u omisión, el magnate generó una ola de
recomendaciones de compra por parte de bancos internacionales y agentes de
Bolsa que alimentó sus expectativas de elevar el precio de las acciones de
la petrolera para obtener ganancias con su cartera local, aunque los
precios internacionales del crudo no lo acompañaron y poco tiempo después
prefirió desprenderse de la mitad de sus tenencias en la compañía que comanda
Miguel Galuccio.
No obstante, la propaganda continuó: días atrás, Soros
dio a conocer una demanda presentada en la Justicia
británica contra el bloqueo dictado por Griesa. Allí, pidió
que se habilite al Bank of New York Mellon a girar el dinero
pagado por el Estado argentino a los tenedores de
bonos Discount emitidos en euros.
De este modo, mientras Singer avanzó a paso firme
en los Tribunales de Nueva York gracias al lobby de sus abogados y acertó
al comprar -de la mano de sus expertos en finanzas- los seguros
contra un eventual default argentino -hoy mucho mejor valuados que antes-,
Soros ponderó la tercera pata que necesitan los buitres para
allanarse el camino al éxito: los asesores de imagen.
Por eso, cuando finalmente haya un acuerdo por la deuda y los
precios de los bonos públicos y las acciones de las empresas
argentinas suban hasta equipararse con los del resto del mundo en
desarrollo, probablemente ambos ganarán, pero el que puso en jaque los
canjes seguirá llevando plumas negras y el otro quedará como quien supo apostar
a la soberanía nacional.