lunes, 1 de diciembre de 2014

BUITRE BUENO, BUITRE MALO

George Soros y Paul Singer constituyen dos caras de la misma moneda. Ambos representan a los sectores más concentrados del capital financiero que penetra en las economías en búsqueda de superganancias.  

Singer suele atacar a las naciones en desgracia. Compra parte de sus deudas a precios de remate y luego reclama el 100% de sus acreencias bajo la amenaza de frenar las reestructuraciones financieras. 

Soros ingresa más tarde en el negocio. Compra los activos del país agraviado cuando están por el piso y luego alienta su recuperación a la espera de obtener grandes beneficios. 

En el caso argentino, el contraste entre ambos estrategas es notorio: mientras el multimillonario dueño del fondo NML intenta cobrar en Nueva York los bonos que compró en default al valor original y lanza duras críticas hacia el país, el financista húngaro estadounidense sumó acciones en YPF, recomendó comprar títulos nacionales y le reclamó a la Justicia de Londres que rechace los bloqueos impuestos por el juez Thomas Griesa contra el Estado. 

Tan marcadas son las diferencias y tan frontal es el ataque de Singer contra la Argentina que al “buitre malo” no le quedó otra alternativa que pensar en un giro, por ahora leve, en su estrategia para intentar avanzar en las negociaciones con un gobierno que se resiste a pagarle lo que reclama.   

Esa es la especulación que surgió luego de que le enviara desde las Islas Caimán el telegrama de despido a Madeleine Albright, la ex secretaria de Estado norteamericana que oficiaba de asesora de imagen del NML.
  
Albright había fallado en sus movimientos: en lugar de llamar a la puerta de la Casa Rosada, se limitó a elaborar un plan desestabilizador con campañas en medios opositores que fue denunciado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner con detalles que quizá diferían del original, pero que guardaban semejanzas con la realidad.  

Si la hipótesis no falla, la decisión de Singer habla de un intento por acelerar el diálogo de cara a enero, cuando venza la cláusula RUFO y el Ministerio de Economía pueda acercar una mejor propuesta a los acreedores que rechazaron los canjes de la deuda. 

Al menos por un momento, Singer quiere poner un pie en la otra vereda mediática: esa que ocupa a sus anchas Soros, el “buitre bueno” de esta historia, a quien la prensa acostumbra citar bajo el título de “inversor multimillonario”.

Se olvida que supo especular con posibles quiebras soberanas, aunque en la memoria colectiva sus principales operaciones generen cierta simpatía, como cuando en 1992 provocó una corrida cambiaria contra la libra esterlina que le permitió ganar 10.000 millones de dólares. Según confió Soros tiempo después, la maniobra tenía un doble propósito político: asestar un golpe al gobierno conservador de Gran Bretaña e impedir la reelección de George Bush padre en Estados Unidos. 

Una operación más cercana en el tiempo y el espacio, que derivó en una causa judicial iniciada por el Estado argentino, tuvo lugar en Corrientes, donde en 2010 intentó construir la represa Ayuí Grande en sociedad con el vicepresidente del Grupo Clarín, José Aranda. Según los funcionarios nacionales, la obra afectaría gravemente al medio ambiente. No obstante, la acusación no prosperó, aunque tampoco la alianza comercial con Aranda. 

Pasó el tiempo y hoy Soros ocupa otro rol en nuestro país. Su fondo de inversión compró el 6,89% del paquete accionario de YPF y de inmediato comunicó la decisión a la manera de los grandes jugadores del mundo financiero: declaró en Bloomberg y otras agencias que los activos argentinos se encontraban a muy buen precio. 

Por acción u omisión, el magnate generó una ola de recomendaciones de compra por parte de bancos internacionales y agentes de Bolsa que alimentó sus expectativas de elevar el precio de las acciones de la petrolera para obtener ganancias con su cartera local, aunque los precios internacionales del crudo no lo acompañaron y poco tiempo después prefirió desprenderse de la mitad de sus tenencias en la compañía que comanda Miguel Galuccio. 

No obstante, la propaganda continuó: días atrás, Soros dio a conocer una demanda presentada en la Justicia británica contra el bloqueo dictado por Griesa. Allí, pidió que se habilite al Bank of New York Mellon a girar el dinero pagado por el Estado argentino a los tenedores de bonos Discount emitidos en euros. 

De este modo, mientras Singer avanzó a paso firme en los Tribunales de Nueva York gracias al lobby de sus abogados y acertó al comprar -de la mano de sus expertos en finanzas- los seguros contra un eventual default argentino -hoy mucho mejor valuados que antes-, Soros ponderó la tercera pata que necesitan los buitres para allanarse el camino al éxito: los asesores de imagen. 

Por eso, cuando finalmente haya un acuerdo por la deuda y los precios de los bonos públicos y las acciones de las empresas argentinas suban hasta equipararse con los del resto del mundo en desarrollo, probablemente ambos ganarán, pero el que puso en jaque los canjes seguirá llevando plumas negras y el otro quedará como quien supo apostar a la soberanía nacional.