sábado, 21 de noviembre de 2015

BALOTAJE Y DESPUÉS…

Está todo listo para la segunda vuelta electoral, la primera de la historia argentina. Las encuestadoras dicen que el balotaje está definido. Después de tanto pifie en la primera vuelta, conviene dudar. Errar es humano…

Ya vimos el debate: dos políticos de carrera tardía, sin escuela ni pasta, se trenzaron en un diálogo de sordos donde uno no escuchaba al otro y el otro se quejaba porque el primero no respondía a sus preguntas, aunque, a su turno, él tampoco respondió.

Primero sentí desazón. Imaginé el país en manos de gente poco preparada y el sueño de un modelo superador que resuelva las falencias del presente se esfumó, porque ni a lo largo de la campaña ni en 85 minutos de aire fueron capaces de esbozar un plan económicamente sustentable que prometa crecimiento y desarrollo social.

Más tarde, la desazón dio paso al enojo. Las repercusiones del debate me llevaron a pensar que muchos argentinos ven a las elecciones como una oportunidad para afianzar sus posturas y prejuicios antes que para progresar como nación.

Tanto entre quienes se sienten ganadores con una eventual victoria de Mauricio Macri como entre quienes hablan de una derrota para el país y encienden alarmas por doquier, abunda el “yo te dije”.

A los orgullosos del “yo te dije que era posible un cambio” es válido preguntarles qué cambio consideran que propone Macri.

Por lo que soy capaz de interpretar del candidato de Cambiemos y sus asesores económicos, su gobierno no apuntará a corregir los déficits del actual modelo sino a transformarlo desde la raíz.

Se pretende eliminar impuestos a diestra y siniestra en lugar de modificar el sistema tributario para hacerlo realmente progresivo.

En lugar de reducir la carga del IVA y fijar un impuesto a la renta financiera, por ejemplo, se habla de eliminar aportes patronales para fomentar el primer empleo de los jóvenes o de abandonar el sistema de retenciones a las exportaciones agropecuarias.

Los recursos perdidos por los impuestos eliminados surgirían del financiamiento externo, que, por supuesto, no será gratuito.

Macri habló de confianza. Dijo que las inversiones llegarán siempre “que se le diga la verdad a la gente”, en clara alusión a los dibujos del INDEC. Demasiado pobre el argumento para aceptarlo sin más…

Hubiera preferido, dentro del léxico liberal, que citara la palabra certidumbre a la hora de cuestionar la política económica actual.

La falta de transparencia y de medidas duraderas en el mercado de divisas y el cambio de reglas constante que viene imponiendo la AFIP en materia impositiva atentan contra los planes de inversión privada de largo plazo.

Los economistas de Cambiemos lo saben, aunque me temo que los desórdenes actuales les servirán de excusa para tomar medidas a las que calificarán de “inevitables”, como generar un shock devaluatorio que lleve el dólar hasta ese “precio único” que mencionó Macri.

Antes, es de esperar les permitan a las aseguradoras redolarizar sus carteras mediante la compra de bonos que hoy están obligadas a vender por orden del Banco Central. También los bancos se sumarán a la movida. No sea cosa que pierdan dinero con la devaluación…

Nadie dice que sea fácil revertir el creciente desequilibrio fiscal, incrementar las alicaídas reservas, reducir las elevadas tasas que se pagan actualmente por la deuda y moderar la emisión de pesos, pero está claro que el camino más corto no será el mejor para la mayoría.

La marcada devaluación del peso y la exención de impuestos para las empresas atraerían –de acuerdo con la teoría- inversiones financieras y productivas en dólares -alimentando así las reservas-, aunque a costa de un recorte de los salarios medidos en moneda extranjera y de un mayor endeudamiento, lo que se traduciría en un creciente poder de acreedores como el FMI y el Banco Mundial.

Para muchos analistas, la comparación con los ’90 es inmediata, aunque hay por lo menos cuatro diferencias que no podemos ignorar:

  • Macri está identificado desde el vamos con el liberalismo conservador y no con el peronismo como lo estaba Menem. Esto lo tiene en claro el capital financiero más concentrado, que seguramente lo auxiliará.
  • No carga sobre sus espaldas con el fantasma de una hiperinflación, por lo que el desequilibrio monetario luce gobernable.
  • No se espera que, una vez concretada la devaluación, establezca una paridad peso dólar fija como la que regía durante la Convertibilidad. Por lo tanto, una vez clarificado el panorama, contará con las herramientas habituales para administrar el tipo de cambio y evitar un rojo creciente en la balanza comercial.
  • Más allá de las últimas colocaciones de bonos a tasas elevadas, el nivel de deuda en dólares es bajo en relación con el PBI, sobre todo si se compara con el resto del mundo. Hoy el volumen de la deuda no es un problema si se engrosan rápidamente las reservas.

En consecuencia, si bien resulta tentadora la comparación, difícilmente sea acertada. Quizá debamos imaginar un modelo neoliberal aggiornado con objetivos menos ambiciosos que los perseguidos durante la década dorada del Consenso de Washington.

En la otra vereda, nos encontramos con el “yo te dije que te equivocabas”. Son muchos electores contrarios a las ideas de Macri, quienes, ante un eventual triunfo de Cambiemos, esperan que se vayan cumpliendo sus pronósticos agoreros.

En el fondo, no les termina de agradar Daniel Scioli y especulan con un gobierno de derecha que asuma el poder y luego fracase. De esta forma, conservarían el orgullo de quienes se creen dueños de la verdad. Un sciolista me dijo: “Son necios que no saben lo que dicen”.

Ahora, una hipótesis no necesariamente original pero sí jugada: El mensaje anti Scioli viene de arriba. Es una postura compartida por sectores del gobierno nacional que se ven más cómodos en la vereda opositora a partir del 10 de diciembre que debiendo acompañar críticamente a un presidente peronista.

Obviemos las críticas internas que debió soportar el gobernador bonaerense durante la campaña. También, las medidas antipopulares decretadas recientemente, como las trabas a la compra de divisas para turismo. 

Nos basta con repasar la política económica de los últimos meses, que incluyó un aumento de las emisiones de bonos, una gigantesca impresión de billetes y una caída de las reservas, utilizadas para frenar al dólar y para saldar deudas.

Son prácticas que, en conjunto, reducen el margen de maniobra a futuro y crean un terreno fértil para que el próximo gobierno siembre las semillas neoliberales del endeudamiento en dólares, el ajuste del gasto público y las privatizaciones de empresas públicas; esas mismas semillas que el kirchnerismo sabrá criticar.


“Qué mejor que Macri ponga en práctica esas medidas y qué mejor que fracasen”, sostienen por lo bajo. De tomarlas Scioli, aunque sea en forma moderada, el Frente para la Victoria se verá en una encrucijada. Lo más sencillo es evitarla. Ahora, a votar.