Sábado por la mañana en el
bajo de Victoria. El calor del incipiente verano invitaba a una pausa en el
fútbol de once con amigos. Mientras tomaba agua, uno de ellos me preguntó por
el blog y por mi opinión sobre el nuevo gobierno. Aquel sábado sentía que
era temprano para opinar. Hoy el panorama es un poco más claro.
La devaluación brusca se
concretó. Era la primera
prueba de amor exigida por el
empresariado más poderoso, que celebró con mesura medidas como la eliminación
de retenciones o la liberación del mercado cambiario, mientras espera una suba aún mayor del dólar para cumplir su promesa de liquidar
las cosechas retenidas o de convertir sus divisas en pesos y anunciar
inversiones.
Ellos, los grandes hombres de
negocios, miran el horizonte y se frotan las manos imaginando los cambios
impositivos por venir, probablemente enfocados en elevar sus márgenes de
ganancia.
Sin embargo, todo indica que
deberán esperar: el Estado no se encuentra en condiciones de tomar nuevas
medidas que impliquen resignar ingresos impositivos. Es que si bien la deuda es baja, el
déficit fiscal es alto y las reservas siguen flacas.
En términos financieros,
podríamos decir que el
gobierno kirchnerista dejó como herencia un “estamos bien, pero vamos mal”.
Recién cuando se alcance un
acuerdo con los fondos buitre, la emisión de deuda en el exterior se convertirá
en un recurso accesible para la administración macrista. De esa forma, podrá
reducir el peso de algunos impuestos y financiar parte de sus gastos con los
dólares del mercado internacional. Por supuesto, se trata de una opción
riesgosa, pero ese es otro cantar...
La segunda prueba de amor consistirá en mantener a raya los salarios,
una misión difícil si se tiene en cuenta que venimos de años de inflación
sostenida y negociaciones salariales que, a fuerza de costumbre, se
convirtieron en ley.
Alguna vez me pregunté por
qué a los sectores más conservadores les molesta tanto la inflación. Llegué a
la conclusión algo simplista de que los irrita porque el aumento del costo de vida genera
reclamos de actualización salarial y une a los empleados en sus demandas.
En
términos sociológicos, la suba de precios contribuye a crear conciencia de
clase entre los trabajadores.
La contención de los salarios
que propugna el Gobierno les permitiría a las empresas locales y a las
multinacionales reducir sus costos de producción medidos en dólares y aumentar
sus beneficios, además de mejorar sus niveles de competitividad en una economía
mundial invadida por artículos fabricados en países donde la mano de obra es
realmente barata.
Si bien tantos años de
paritarias han fortalecido la conciencia de clase a la hora de discutir
salarios, existe una estrategia a la que las autoridades pueden apelar para
contener los reclamos. Esa
estrategia consiste en incrementar el desempleo.
Aunque ningún comportamiento
social es lineal, el miedo a perder el empleo tiende a desalentar las actitudes
desafiantes hacia aquel que puede decidir sobre nuestro futuro. Lo sabe bien el
ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, quien advirtió a los gremios
sobre el peligro de “arriesgar salarios a cambio de empleo”.
La lógica indica que la
amenaza debe formularse de manera inversa: “arriesgar empleos a cambio de
salario”, pero dejémoslo ahí…
En el mar de despidos masivos
que se da dentro del Estado, la estrategia de incrementar la desocupación para
desalentar reclamos salariales parece tomar forma.
Entre los despedidos hay
trabajadores contratados que merecían una regularización, como también
empleados con salarios elevados y tareas mínimas o inexistentes. Al parecer, no
hubo tiempo de analizar la situación de cada uno.
Es una muestra de política
laboral y para muestra, a veces, basta un botón.
El movimiento pendular parece ser el que eligió, una vez más,
nuestra querida Argentina.
Lo pendular supone un ida y vuelta regular y en un espacio delimitado. Todo pareciera indicar que de lo que se trata es de un cambio de rumbo suspendiendo regularidades e introduciendo alternativas diametralmente opuestas a las anteriores.
ResponderEliminarasí que periodismo libre de pauta.??? y libre de militancia también.??? no sería mejor que tuviera pauta...
ResponderEliminarLibre de pauta y de militancia, lo cual no es bueno ni malo a priori. No estoy libre de posturas, que son las que me permiten -como a todos- pararme desde algún lado para escribir.
EliminarLibre de pauta y de militancia, lo cual no es bueno ni malo a priori. No estoy libre de posturas, que son las que me permiten -como a todos- pararme desde algún lado para escribir.
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