Para garantizar su supervivencia, el Estado tiene por
costumbre combatir las acciones contrarias al orden o, en su defecto, permitirlas
pero regularlas para reconciliarlas con sus intereses.
Dicho de otro modo, el Estado se sabe más poderoso que las
partes que componen la sociedad. Sin embargo, no siempre puede imponer su ley sobre
los movimientos internos y, en ocasiones, debe buscar la forma de amigarse con
ellos para que no lo desborden.
Un ejemplo de esto último es el Dólar Ahorro, esa institución creada para controlar, pero no prohibir,
la compra de divisas en el mercado de cambios.
El castigo para quienes se dolarizan consiste en la
percepción del 20% del dinero invertido, una pena moderada en comparación con los
inicios del embudo cambiario, cuando la AFIP directamente prohibía las compras
para tenencia y sólo autorizaba, con cuentagotas, la demanda de divisas
vinculada con viajes al exterior.
El Dólar Ahorro surgió entonces como una respuesta más amable
a esa demanda que se escapaba por los carriles paralelos y sirvió para ir
desinflando el blue y acallar a los especuladores de la City. Para los
asalariados, las reglas fueron claras y se cumplieron siempre que ostentasen
ingresos declarados.
De esta forma, tras un alza con prisa y sin pausa hasta los 16
pesos en octubre del año pasado, el blue se hundió por debajo de los 12,50 y
hoy opera en torno de 13 pesos.
El combate se limitó entonces al ámbito de las cuevas
porteñas. A los otros se los arreó hacia el sendero de la conducta regulada,
más allá de que muchos aprovecharon la brecha entre la cotización oficial (en
verde en el siguiente gráfico) y la paralela (en azul) para incrementar
automáticamente sus salarios en pesos.
Lo
cierto es que en las últimas semanas, las reglas volvieron a desdibujarse. Desde
la AFIP se enviaron miles de cartas con requerimientos donde se exige justificar
compras de dólares que se realizaron en 2013 y 2014 con aval del propio organismo.
También se reportaron rechazos sorpresivos en la ventanilla
del banco y, con mayor frecuencia, una reducción del monto de compra
autorizado.
Con estas medidas, si el mes pasado se revirtió la tendencia
creciente de compras de Dólar Ahorro y se pasó de los 495 millones de abril a
442 millones en mayo, es de esperar que las cifras sean aún más auspiciosas
para las autoridades en junio.
Coincidiremos: modificar la cultura del ahorro y terminar,
después de por lo menos cuatro décadas, con la compulsión por el dólar será
saludable para la economía argentina. Sin embargo, se deben ofrecer alternativas claras para que el dinero que no termina
en el consumo se destine a inversiones productivas.
Hasta ahora, muy poco se hizo al respecto. La promoción de
los bonos a un año de YPF fue, tal vez, la única opción atractiva que se sirvió
a la mesa de los ahorristas con la suficiente información como para generar interés
y certidumbre.
Castigar la sed de dólares y no proponer otras vías de
inversión para incrementar los ahorros es propio de un Estado que no se plantea
una estrategia de educación financiera de la población y la deja rehén del
desconocimiento, los especuladores y las tasas por debajo de la inflación que
brindan los bancos, grandes ganadores de estos tiempos.
Muy buen blog, muy buenas las notas y reflexiones.
ResponderEliminarMe lo pasó hace poco un conocido y ya estás en Favoritos, siempre volviendo para ver lo nuevo (y lo viejo también).-
Pregunta: ¿con qué soft hacés los gráficos en esta nota? ¡Gracias y de nuevo, excelente opinión y análisis!
Agradezco mucho tu comentario. Los gráficos los hace un amigo con MetaStock. Saludos!
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